MICROVECINDARIOS

7 de Abril de 2020 Antonio Rodríguez Martín

Barrios de bolsillo: los 'microvecindarios' que triunfan en un mundo globalizado

En un mundo globalizado e impersonal en el que, en ocasiones, no se conoce al vecino de al lado, los conocidos como barrios de bolsillo buscan que sus habitantes vuelvan a conectar con otros residentes cercanos y a sentir el espíritu de comunidad. La idea es simple: estos microvecindarios consisten en agrupaciones de casas o apartamentos en torno a un espacio abierto común, en el que los vecinos comparten parte de su tiempo.

De esta forma, una zona ajardinada, una calle peatonal, una serie de jardines unidos, un pasaje o un callejón reclamado por los vecinos se convierten en el eje de un pequeño grupo de casas y de sus habitantes.

Estos microvecindarios surgen del trabajo de Ross Chapin, un arquitecto al frente de una firma en Seattle (Washington) que se centra en diseño residencial y en la planificación de barrios de bolsillo en Estados Unidos. Sin embargo, este tipo de concepción de vecindario ha trascendido más allá de su estudio de arquitectura.

 

Desde que comenzó a trabajar en ellos en los años 90, Ross ha formado parte del desarrollo de seis proyectos de barrios de bolsillo y ha sido el diseñador de otros 26 más, llevados a cabo por otras compañías a lo largo de todo Estados Unidos. Ha escrito además un libro sobre el tema en el que anima a explorar este tipo de microbarrios, ‘Vecindarios de bolsillo: creando comunidades a pequeña escala en un mundo a gran escala’.

Carmel, en Indiana; West Concord, en Massachussets; White Salmon, en Washington; Ashland y Holderness, en New Hampshire; o Tukwila y Kent, en Washington, son algunas de las localizaciones de estas particulares comunidades que no siguen la concepción habitual de barrio, con cientos de casas en un tejido de calles, sino que integran una docena de viviendas con vecinos que interactúan de forma diaria entre ellos.

Ideados para aquellas personas que echan de menos conocer a la gente de la casa de al lado y estrechar lazos con sus vecinos, estos barrios buscan solucionar la falta de redes personales y apoyo social que empiezan a caracterizar algunas sociedades, en las que los miembros de una misma familia viven diseminados.

Privacidad y comunidad, unidos

Todos estos barrios de bolsillo tienen un ingrediente común que permite que sus residentes disfruten de una experiencia positiva de comunidad: la privacidad. Aunque comparten áreas comunes, clave para el vecindario, existen “capas de espacio personal” entre las zonas compartidas y la puerta principal de cada casa.

Al lado de la acera,  hay una zona con plantas y una pequeña valla baja. A continuación,  se sitúa un pequeño patio ajardinado de entrada y, en ocasiones, una fila de macetas que marca la entrada al porche. Además, el propio porche es lo suficientemente grande como para ser considerado un cuarto exterior.

Para asegurar esta privacidad entre vecinos, también se juega con la disposición de las viviendas. La pared lateral con amplias ventanas que da al jardín lateral —”la cara abierta”—coincide con la la pared con ventanas en la parte alta y claraboyas del vecino —”la cara cerrada”—. De esta forma,  los mundos privados de los habitantes no se cruzan entre sí.

Las reglas del diseño

Respecto al estilo arquitectónico de estas casas, cualquiera bien planificado funciona. Pueden ser casitas de campo, casas de estilo contemporáneo o de estilo misión, entre otros. Sin embargo, el número de viviendas debe de estar limitado. Si se superan las 8 o las 12 tendrá que formarse un nuevo vecindario de bolsillo con sus propios espacios comunes conectados por pasarelas peatonales.

Esta concepción también se puede conseguir en las ciudades. Un bloque de apartamentos de propiedad colectiva con una azotea y espacios comunes también reflejaría este ideario urbanístico. Sin embargo, los barrios de bolsillo desarrollados hasta ahora siempre se han diseñado con casas y no en bloques de pisos.

En el diseño original, los coches no tienen cabida, por lo que estarían aparcados en el exterior. Sin embargo, en algunos diseños se han añadido garajes. A pesar de ello, los arquitectos creen que, aunque continúan siendo barrios de bolsillo, la posibilidad de ahorrarse el camino hasta el coche hace que haya menos interacción con los vecinos. Poder entrar y salir de la casa en sin cruzarse con otros residentes perjudicaría la idea de comunidad.

Solteros, parejas y familias de todas las generaciones son posibles residentes de estos barrios, siempre que busquen convivir con el resto de vecinos. Aquellos que se decanten por la privacidad total y un estilo de vida independiente puede que quieran optar por una concepción más convencional de casa en el que la interacción con los vecinos no sea eje y política de la vida diaria. Eso sí, son una opción especialmente buena para familias con niños, ya que ofrecen una espacio común y seguro en el que los pequeños pueden jugar alejados del tráfico.

Aunque su implantación es aún limitada, la existencia de estos barrios de bolsillo nos recuerda que nuestra relación con la gente que vive a nuestro lado ha cambiado hasta el punto de que surgen diseños con el objetivo único de que volvamos a conocer a nuestros vecinos y resurja el positivo espíritu comunitario.